Desde mi ventana puedo ver a Emilio, se pasea por la calle con la misma chaqueta negra de letras amarillas que dice «vigilante», desteñida por los días que lleva sin cambiársela. Parece que este descolorido se va filtrando en su ser, lentamente va perdiendo lucidez, cualquier noción del mañana, sin más esperanza que la misericordia de aquellos que lo miran desde lejos, pues su voluntad fue arrebatada no se sabe por quién…
Emilio llego a trabajar a las residencias las Cumbres, edificios altos y fríos como sus estacionamientos. Hombre delgado de contextura frágil, sus ojos reflejaban la coherencia que marca el paso de los años, su semblante aparentaba tranquilidad, esbozando cada vez una sonrisa. Se le podía encontrar sentado en su puesto de servicio detrás de una mesa o caminando alrededor del estacionamiento.
Sin embargo, a los pocos meses de estar trabajando muchos vecinos comenzaron a notar que en ocasiones se quedaba dormido en su silla, empezó a llegar tarde, se decía que tenia graves problemas con la bebida, origen de todos sus sufrimientos, su esposa e hijos se habían marchado tiempo atrás…
Un día de esos cualquiera, dejo de irse a su casa, se quedaba de día y de noche en su puesto de trabajo, lo habían echado de donde vivía, pues no pagaba el alquiler. Se había convertido en un hombre sin origen y sin destino perdido en un problema que se convirtió en enfermedad… pudo haber sido la soledad que recrudeció tal enfermedad?, o como muchos piensan, no hay excusas…? solo se que no paso mucho tiempo, cosa de algunos meses, hasta que se presento cierto alboroto en la entrada del conjunto, era Emilio, yacía tirado en el piso, en la entrada del estacionamiento, con una botella a su lado, casi inconsciente. Dos muchachos trataron de levantarlo para ayudarlo a sentarse, pero en ese justo momento iba pasando el jefe, mirando la escena movió su cabeza de lado a lado como diciendo: esto no vale la pena.
Le dijo a los muchachos: -Dejenlo allí ¿Qué van a hacer?
Las caras de los jóvenes solo miraban al suelo, reflejando pena por la caída de un hombre que se precipito tocando el fondo… ellos querían levantarlo, pero no pudieron…
Ahora a través de la ventana lo veo rondar, con el desamparo del que ha perdido todo.
Desde la ventana también puedo ver la iglesia recibiendo a las personas; del otro lado la escuela, con sus maestras, padres, niños que vienen y van, y junto a esta un local de venta de comida. Todos sumergidos en sus propios asuntos. Al anochecer, Emilio se refugia en una casilla al lado del restaurante, durmiendo con el cielo por techo, en medio del frío y la lluvia. Pasa el día dando vueltas en el terreno que esta frente al local de comida, ayudando a las personas a introducir o retirar sus vehículos, cumpliendo sin parar aquella labor de vigilante…
Lentamente se convierte en un indigente. ¿Cuántos lo estarán mirando? ¿Cuántos que se atrevan a tenderle una mano…
Así pasaron los días…
Yo no lo podía creer, como pasa esto ante mis ojos… sin poder hacer nada…
Cada noche lo veía desde mi ventana… Un día vi a un muchacho del local acercarse a Emilio y entregarle un pedazo de pan, y él presuroso lo devoraba. Imagine que quizá en ese pedazo de pan iba envuelta la ayuda de alguien que pudo sentirlo próximo, que pudo acercarse a aquel que había perdido incluso el amor por si mismo.., quizá a través de un gesto Emilio pueda recobrar la fe por la vida, las ganas de revivir… sería pedir demasiado…?
Pasaron muchos soles y varias lunas… sin percibirlo desde la ventana, un cambio se fue operando desde adentro y desde el fondo en la persona de Emilio, puede ser gracias a la bondad de aquella persona que creyó que él podría venir desde el fondo de ese precipicio a la superficie una vez más…
Un día al pasar por la calle, no encontré a Emilio afuera en la intemperie, sino que estaba adentro del local de comida, portando el uniforme del lugar, limpiando las mesas, retirando bandejas, caminando de un lado a otro. Sentí en ese instante la certeza de que aun habitaba entre nosotros la bondad… y que ella se presentaba a través de nuestros iguales.
Las personas del local le habían conseguido incluso una habitación donde dormir. Lo ayudaron a buscar unos lentes, y con ellos compartía, servicio, sonrisas y conversación, quizá lo habrá ayudado el calor humano. Supe que ha tenido recaídas, pero no ya como antes… quizá exista para el una esperanza… A veces se subestima el valor de la palabra, del apoyo en estos problemas que parecen infranqueables, pero puede ser que si se logre algo. Quizás sin buscar, encontró una familia en aquel local, una no de sangre, sino de algo que no se puede ver, pero si se puede sentir… Esperanza hallada, por medio de aquellos que una vez miraron desde lejos…
Flori *)